La reciente designación del rector de la Universidad Nacional de Colombia no solo desató una crisis institucional sin precedentes, sino que también reveló una profunda polarización y un malestar acumulado que exigen una respuesta colectiva. Esta crisis, aunque catalizada por el proceso de designación, es el reflejo de problemas estructurales que han afectado a la comunidad universitaria durante años.
La indignación no surgió de la noche a la mañana. Se ha gestado en la cotidianidad, alimentada por situaciones de injusticia que afectan a estudiantes, docentes y trabajadores administrativos. Entre estas problemáticas se encuentran:
Incluso entre el profesorado de planta, la insatisfacción es palpable debido a:
El gobierno universitario actual se estructura en torno a instancias colegiadas con poca representación de la comunidad académica y procesos de designación de autoridades que no consideran la opinión colectiva. Además, las reformas educativas recientes han sometido a las universidades públicas a una competencia de mercado, desviando recursos hacia instituciones privadas y limitando el presupuesto de las universidades estatales.
La respuesta está en la propia comunidad universitaria, una comunidad *sentipensante* que posee el conocimiento y la sensibilidad necesarios para reconstruir la institución. La autonomía universitaria no es solo un concepto, es la capacidad de reflexionar, deliberar y actuar colectivamente para transformar el entorno.
Como lo señalara Cornelius Castoriadis:
“¿Pero qué es la autonomía? La autonomía es que se pueda decir en cada momento: ¿es esta ley justa? ¿Qué es la heteronomía? La heteronomía es que la cuestión no ha lugar, la cuestión no se planteará (…) Así pues, no se trata de poner constantemente en el orden del día de la asamblea la totalidad de las disposiciones legislativas existentes e invitar a la población a ratificarlas o cambiarlas. Se trata, simplemente, de no perder la posibilidad —la posibilidad efectiva— de que las instituciones puedan ser alteradas, sin que hagan falta para ello barricadas, torrentes de sangre, conmociones, muertos y todo lo demás” (2005, pp. 76-77).
Este proceso de transformación debe abordar interrogantes clave:
La Universidad Nacional de Colombia tiene la oportunidad de reinventarse a través de un proceso constituyente que priorice la autonomía, la participación y la justicia. Es el momento de que estudiantes, docentes, trabajadores administrativos y egresados unan sus voces para construir una universidad más democrática, inclusiva y comprometida con el bien común.